En el colegio aprendí que uno no sale nunca adelante a menos
que desee hacerlo por su propio pie, que si dos más dos son cuatro en clase,
pueden ser tres en el recreo, que las heridas con el tiempo, aunque curen,
dejan cicatriz, y o se sobrellevan o con un poco de suerte se olvidan, que lo
que ayer preocupa hoy ni se plantea, que la obligación desalienta a la intención, que la fe moverá montañas pero las creencias pueden construir muros.
Aprendí que si en el colegio las cosas no van bien, en casa
menos, que no siempre los consejos están a favor de tu propio bien, ni siempre callar y trabajar en silencio es el
camino cierto para un noble objetivo, que nadie debe hacernos creer que conoce
nuestro límite (ni siquiera existe), que el secreto se encuentra en estar
predispuesto, y no se puede estar predispuesto a todo.
Aprendí que si un mal profesor puede recordarse, uno bueno
jamás se olvida, que las palabras sobran si están vacías de sentido y los actos
marcan si sacan lo mejor de nosotros mismos, que lo que está oculto no
significa que no exista y que la amistad es un pilar fundamental en cualquier
vida.
En el colegio aprendí, que al colegio se va para aprender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario